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Heridas en niños: Mis recomendaciones cuando sangran
31/08/2015

Todos sabemos que la sangre es muy escandalosa y eso hace que en ocasiones «sobrerreaccionemos» ante cualquier herida. Esto es especialmente delicado cuando los involucrados son niños, ya que por lo general del propio traumatismo o corte ya están un poco asustados y si encima nos ven nerviosos a los adultos pueden acabar muertos de miedo.

Por desgracia, porque ojalá los niños estuvieran libres de cualquier mal, al haber trabajado con niños muchos veranos (por no hablar de los campamentos a los que iba de monitora) he tenido que ser testigo de varios accidentes con peques y lo que es peor, algunos de ellos vividos en la carne de mi hija, como el del pasado sábado. Al menos el haber pasado por situaciones similares con anterioridad me ha servido para mantenerme más o menos calmada y evitar que mi hija sintiera pánico.

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La «teoría» la aprendí en los cursos de primeros auxilios que he hecho, uno de ellos como parte de mi formación como monitora de natación y de la práctica y parte emocional ya se han encargado los niños ;).

Por ello os quiero comentar lo que considero más adecuado hacer cuando un niño se ha hecho una herida grande (más allá de un rascón).

  • Lo primero es levantar al peque del suelo y llevarlo a un lugar con suficiente luz para evaluar el alcance de los daños y si tiene agua mejor aún por si es necesario lavar la herida. Sabéis que no me gusta quitarle hierro al daño en los peques. Igual que los adultos, ellos tienen derecho a expresar su dolor (porque en realidad lo sienten), así que al niño herido no le digo: «no es nada», puesto que sí que es aunque sea un mini arañazo. Lo que hago es mantener la calma (que sé que es difícil) y consolarle diciéndole algo del estilo: «sí cariño, te has hecho daño, ¿te duele o es susto?» y también lo acompaño de algo como: «si lo necesitas llora y desahógate» (Sí, por raro que parezca no evito el llanto a toda costa).
  • Tras ver la herida la lavamos y procedemos a la cura que sea necesaria, explicándole siempre al niño lo que estamos haciendo con un lenguaje que pueda entender. Igual que antes si sé que le va a hacer daño se lo digo: «Esto te va a escocer un poco» y verbalizo cómo me siento y cómo puede sentirse él: «Estás asustado, ¿verdad?, es normal con tanta sangre. Yo también estoy un poco nerviosa». En el mejor de los casos la cura consistirá en desinfectar la herida, presionarla si sigue saliendo sangre, y cuando deje de brotar ponerle tiras o puntos de aproximación, tiritas…
    Si el traumatismo ha sido fuerte es recomendable también aplicar frío mediante una bolsa con hielos, pack de gel o guisantes congelados por ejemplo envuelta en un trapo.
  • Habrá otros casos en los que, porque no podemos cortar la hemorragia o porque apreciemos que es preciso, debamos desplazarnos a un centro médico para que le cosan la herida. Lo importante en esta situación es que la persona que vaya a conducir esté tranquila (no queremos que por nervios ocurra algo más grave). Preferiblemente, esté cortada la hemorragia o no, la herida se mantendrá tapada con una gasa o venda para evitar cualquier infección y ejerciendo presión sobre ella si sigue saliendo sangre.
  • Durante el trayecto seguir explicándole qué va a ocurrir: «Vamos al hospital a que te vea un médico», «Ya sé que no quieres ir, pero es necesario para curarte». Y si imaginamos lo que le van a hacer en el centro médico podemos adelantarle qué va a pasar: «Seguramente te limpiarán la herida y te pincharán».
  • En cualquier momento que consideremos necesario podemos decirle al niño que nos pase parte de su daño. Esto suena un poco «raro», pero os prometo que a mí siempre me ha funcionado. Lo que yo le digo al peque es que coja mis manos, o mis dedos gordos (en función del tamaño de sus manitas) y que los apriete cuando sienta dolor, porque así me pasa el dolor a mí. Creo que les relaja porque sueltan tensión y que también tiene efecto placebo. Total, por probar no perdéis nada y podéis ganar mucho.
  • Una vez entramos en la consulta seguimos diciéndole lo que va a ocurrir y lo que están haciendo los médicos. Yo recomiendo que el peque no se mire la herida, por lo que me pongo cara a cara con el niño explicándole las cosas y sujetándole las manos como os he explicado en el punto anterior.
  • ¡¡No mentir nunca!!. No decirles que ya han terminado cuando no es así o que no les va a doler cuando sabemos que lo hará. Les genera desconfianza y en otra ocasión, que ojalá no se produzca, estarán más nerviosos y tampoco nos creerán. Lo que sí podemos hacer es cambiar el nombre de los procedimientos y, por ejemplo, decirles que les están cerrando la herida en vez de «te están cosiendo».
  • Una vez terminado el episodio, y de camino a casa, podemos hablar de nuevo de cómo nos hemos sentido y de cómo nos sentimos ahora. No considero necesario halagar en plan: «¡¡qué bien te has portado!!, ¡¡como un mayor!!» si no ha sido el caso, pero sí darle nuestra opinión: «Estábamos los dos muy asustados y cuando te he visto más tranquilo con el médico me ha ayudado a relajarme», «Me has sorprendido porque has entendido todo lo que te explicaba muy rápido»…
  • Es en este momento cuando me tomo la licencia de llorar si lo necesito. Y no me importa si me ve el niño. De hecho le explico por qué lloro: «Estaba muy nerviosa y ahora que ha pasado todo necesito llorar. Además me da pena que te pasen cosas que te hagan daño, por eso lloro».
  • Pasado un tiempo, para normalizar los accidentes, y como siempre intento sacar algo positivo de todas las vivencias, este tipo de cuestiones es ideal para explicarle algo acerca del cuerpo humano, como la importancia de la sangre, la función de las plaquetas, el sistema circulatorio, las capas de la piel…

Éstas son las pautas que yo sigo, pero no son las únicas válidas. A mí me sirven y espero que a vosotros también os sirvan de referencia si alguna vez os hacen falta… aunque ojalá no sea así!!

Salud
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Crianza  / Recomendaciones  / Salud

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