Hoy ya no sorprende ver a alguien con ortodoncia. Por salud y por estética, pero sobre todo por lo primero. Podemos evitarnos muchos problemas si tenemos los dientes bien alineados.
Por suerte mi marido no ha necesitado, y espero que mis dos niñas corran la misma suerte heredando su boca. La mía no es que fuera ningún horror pero sí que me tocó llevar brackets en la adolescencia.
Y si encima tenemos en cuenta que en esta familia se ve que nos gusta eso de tragarnos cosas raras o quizá nos creemos fakires, pues imaginad el cocktail explosivo que sale de esa mezcla. Sí, efectivamente este mes de junio me tragué el retenedor dental.
Para quienes no estéis muy duchos con el tema de la ortodoncia os diré que el retenedor es una pieza metálica que se coloca en la parte trasera de los dientes con un cemento especial para que estos se mantengan en su sitio tras haber llevado aparato. Porque los dientes tienden a volver a su «estado anterior» por decirlo de alguna manera.
Este retenedor, según mi dentista, mejor si lo llevaba «toda la vida». Así que me colocó uno fijo.
Lo malo, en mi opinión, es que el cemento que lo sujeta sufre desgaste y de vez en cuando se suelta alguno de los puntos de sujeción y hay que ir a recolocarlo, con el consiguiente desembolso económico.
Si además tienes la mala suerte de que se suelta una de las sujeciones de los extremos lo normal es que el retenedor, que en mi caso es un alambre de acero trenzado, se clave en la lengua o en la parte interna de los labios. Y se va enganchando hasta que te lo recoloca el dentista. Imaginad el rollo si te pasa un sábado :S
Así que ahí los he tenido los dos, uno por arcada de dientes, desde hace por lo menos 15 años. El problema vino poco después de mi cumpleaños.
Estaba merendando tranquilamente las sobras de la tarta cuando me noté algo raro en los dientes. «Ya se me ha quedado algo enganchado en el retenedor» pensé para mis adentros, pero en cuanto metí la mano en la boca intentando desengancharlo me di cuenta y lo solté en voz alta: «Me he tragado el retenedor». Mis padres que estaban al lado mío no podían creerlo. «Te habrías dado cuenta», «A ver si aún lo tienes», «Se te habrá caído al suelo».
Pero no. No se me había caído (eso sí lo habría notado), ni lo tenía aún tras mis dientes, ni me había dado cuenta de habérmelo tragado. Sabía que estaba en mi estómago. Lo que no llegué a entender, ni lo he hecho aún a día de hoy es cómo se pudieron soltar 3 de los puntos con cemento que lo sujetaban de golpe, y mucho menos cómo me lo engullí sin notar nada. Pero nada de nada. Ni tan siquiera una molestia al tragar.
Se confirman mis sospechas: engullo, no como.
Ale viaje al hospital a urgencias. Un domingo de futbol, al menos no tendría que esperar para que me atendieran. Así fue.
Me radian dos veces (una nada más llegar para comprobar si me lo había tragado y otra seis horas después justo antes de la gastroscopia que me hicieron).
Despierto de la sedación, que previamente averigüé que era compatible con la lactancia, y malas noticias: «Aún tienes el estómago lleno de paella, era como buscar una aguja en un pajar». «No doctor, era fideuá». «Vuelve mañana a eso de las 10 a rayos para comprobar que no ha pasado a intestino y luego subes a planta y te repetiremos la gastroscopia pero en los quirófanos de allí y no en urgencias».
Al día siguiente vuelta a radiar, y a luchar de nuevo porque no me pusieran una vía nada más puse un pie en el servicio de digestivo, pero eso da para otro post. 4 horas más tarde y a punto de cerrar el servicio deciden que me lo repetirán en urgencias cuando terminen con el paciente al que están interviniendo de algo complicado (pobre). A las 18 me vuelven a radiar, por cuarta vez en dos días, para comprobar que sigue en el estómago.
Un rato después entro a quirófano donde me ponen la vía y una vez sedada, según ellos me «cazan» el retenedor con una red.
Cuando se lo contaba a mis amigas pensé que alucinarían pero una de ellas, que es enfermera me sorprendió a mí diciéndome que hacía no mucho había visto un caso igual en una de sus guardias. No debe ser tan raro como pensaba entonces.
Y hasta aquí el final de mi historia con dos moralejas bien claras: «Mastica bien antes de tragar» y «Salvo que sea estrictamente necesario nunca, repito, nunca te aconsejo ponerte retenedor fijo».
2 Comentarios
Me acaba de pasar exactamente lo mismo. El sábado se me soltó el retenedor, hoy he llamado al dentista para que me cojan cuanto antes. Hoy en el trabajo almorzando me lo he tragado literalmente, tampoco he notado nada en l garganta. Estoy segura que ha sido almorzando porque justo antes lo tenia. Llevo más de una hora en urgencias y todavía no me han hecho ninguna prueba, espero que eso signifique que no sea nada. En triaje no sabían ni lo que es un retenedor he tenido que buscarlo en internet y enseñarles
Hola Virginia,
A mi me hicieron varias placas (que no me gustó nada porque la radiación no es buena) para ver dónde estaba y que seguía allí.
Creo que los dentistas no informan de los inconvenientes que tiene.
¿Al final cómo has acabado?
Espero que te lo quiten sin problemas.