«A mi hija no le gusta el antibiótico, el antitérmico, el analgésico, el … « básicamente todo lo que tenga que ver con curarse lo aborrece. Seguro que no soy la única.
Más de uno os veréis reflejados en esta queja de desesperación (porque eso es lo que es, no nos engañemos). Una intenta llevar una crianza respetuosa pero hay momentos, como éste, en que cogerías un embudo y se lo encajarías a tu pequeña en la garganta para hacer de coladero de las medicinas que la harán sentir mejor. Bueno, a ella mejor y a ti más tranquila, ¿verdad?. En esos instantes mandaría la crianza respetuosa, el apego y demás cosas en las que creo a freír espárragos.
Y es que una cosa es que tenga fiebre «moderada» y no quiera tomarse el antitérmico (no voy a hacer publicidad). Pues bueno, al final es ella la que lo pasa mal. Pero cuando la fiebre ya pasa de 39’3 y la oyes respirar agitada cual servidora corriendo la maratón, además de sudar lo que no está escrito, pero a la vez hecha una bolita por su malestar pues ya la cosa se enturbia. Porque ahí sufre ella, obviamente, pero también tú. Y a toneladas.
Lo he intentado todo: desde intentar colarle por la comisura de los labios la medicina mientras dormía hasta los famosos premios y pasando por el soborno. Y sabéis que todo eso no me gusta.
Poco me funciona, la verdad.
Hay veces en que por fortuna consigo camuflarle lo que sea en un vaso de leche caliente con cacao; otras al primer sorbo dice que no tiene más hambre (no sé si porque es verdad o porque nota algo raro). Pero la mayoría de las ocasiones la que se queda con el alma en vilo sin pegar ojo por la noche es la que suscribe.
Las comeduras de cabeza de una que piensa que la mala suerte hospitalaria han perseguido a su pequeña desde que nació. La pobre pasó (acompañándome) una semana ingresada cuando tenía 10 días, y luego 3 días más de regalo antes de cumplir el mes por una fiebre de origen desconocido. Al cumplir 30 días casi había pasado más jornadas de su vida dentro del hospital que fuera.
A lo que íbamos, que me voy por las ramas. Tras preguntar en mi entorno y en redes sociales he recopilado las técnicas que usan otras mamás por si nos son útiles:
Cómo lograr que los niños se tomen la medicina
- Explicándole al niño el motivo: con mi hija mayor me funcionaba. Le decía que para encontrarse mejor tenía que tomarse ese líquido asqueroso y que tendría preparado al lado un vaso de agua o de lo que ella quisiera para quitar el mal sabor de la boca.
Como cada niño es un mundo, ésta opción que me parece la mejor y más respetuosa con mi pequeña no me sirve de nada. Aún con la ayuda de la hermana explicándole todo el proceso. - Chantaje: «si no te lo tomas…» y se continúa la frase con aquello que sabemos que funcionará. A mí no me gusta mucho esta opción aunque entiendo que desesperada podría llegar a usarla.
- Soborno: así sin contemplaciones. Si te tomas el jarabe te doy X. Rellénese ese X con un juguete, la peli favorita, gominolas…
- Camuflaje: parece ser la más empleada, especialmente con yogur, zumo, leche y hasta caramelos. Lo complicado es encontrar aquello que tape suficiente el sabor de la medicina para que nuestros hijos no lo noten y acaben rechazándola.
- A la fuerza: inmovilizando al niño y colándole con jeringuilla el jarabe o lo que sea. Ésta es la opción que menos me gusta. De hecho sólo la he empleado una vez y además con resultado desastroso, escupiendo sábana, almohada, mi pijama y el suyo.
No creo que la use nunca más salvo que dependiera su vida de ello. - Para determinadas medicinas hay quien utiliza supositorio (por ejemplo para los antitérmicos) y dicen que sus peques lo prefieren a la vía oral. Yo tengo muy mal recuerdo de mi infancia así que no los he probado con mis peques y dudo que lo haga.
Como ves somos legión las que nos cuesta que los churumbeles tomen lo que se supone les ayudará a estar mejor. ¿Algún truco más que merezca la pena recoger en la lista?
Deja un comentario