El parto de un hijo es algo que una madre no debería olvidar nunca. Por desgracia, con el paso del tiempo, y aunque recordemos lo principal, algunos detalles se van haciendo borrosos. Como no quería que me pasara eso yo me guardé notas de cada uno de ellos y ahora he decidido compartirlos con vosotros, empezando por el de BabyA que, además de una experiencia increíble, fue también bastante divertido.
Como es un rato largo lo voy a publicar por partes. Espero que os guste.

Fotografía de Paolo Bocchese
A eso de las 11:00 tenía visita con la matrona y me preguntó si sentía contracciones. Le contesté que las mismas que durante todo el embarazo, las de Braxton-Hiks, e indoloras. Lo que omití, porque no le di la más mínima importancia, es que esa mañana había tenido una que me había molestado un poco más.
El resto del día transcurrió con total normalidad, con un par de contracciones un poco más molestas, como la de la mañana vamos. No sé si por eso o por un sexto sentido que desarrollamos las mamis yo tuve durante todo el día la mosca tras la oreja.
No sé si es cuestión de todas las embarazadas, de las que nos hemos pinchado heparina en los embarazos o sólo de mi intranquilidad preñil, cada vez que iba al baño miraba el papel. Por desgracia varias amigas han tenido sangrados y algunos con mal resultado.
El caso es que sobre las 19:00 de la tarde, tras hacer pipi vi en el papel higiénico lo que creo que era el tapón mucoso o parte de él. Se lo conté al churri para explicarle que podía dar a luz ese mismo día
A eso de las 20:30 de la tarde, mientras cenábamos papi, mami y Emma, tuve otra contracción de estas diferentes y pedí a mi marido que, por si acaso, se descargara una aplicación para controlar las contracciones.
20:50 otra contracción, 21:40 otra, 22:00, 22:50… Esto parecía que se animaba pero aún así las veía demasiado irregulares aún para movilizarse.
Nos acostamos medio pronto (Emma tenía cole al día siguiente), pero yo estaba un poco nerviosa ante la posibilidad de que mi parto fuera inminente. También porque como el de mi mayor había sido inducido no tenía claro si sabría reconocer las señales para ir al hospital o estaría preocupándome ante una falsa alarma.
Le pedí el móvil a mi marido y mientras veía series en el pc y navegaba por internet iba anotando las contracciones gracias a la aplicación. Eran totalmente soportables, como las molestias que tenía un poco antes de que me bajara la regla.
A eso de la 1:40, y viendo que pese a que no eran regulares del todo no cesaban, desperté al churri y comentamos la posibilidad de ir al hospital. Estaba muy dudosa de si ir o no, porque teniendo ya a Emma el desplazarnos suponía movilizar a mis padres para que vinieran a casa y se quedaran con ella. ¿Y si era una falsa alarma?. ¿Y si hacíamos el viaje al hospital para que nos mandaran de nuevo a casa porque estaba «muy verde»?.
Recordé en ese momento que mi matrona me había dicho que, teniendo en cuenta como había sido de rápido mi anterior parto aún siendo una inducción, que no me durmiera en los laureles. Esto último, sumado a que mi marido prefería ir al hospital y hacer el viaje en balde a esperar «por si acaso» y dar a luz en el coche. Se muere si llega a pasar ^^.
Sí, mi marido es un exagerado.¡¡Si total sólo teníamos unos 20 o 25 minutos al hospital!!. Que siendo la hora que era, seguro que tardaríamos menos, pues las carreteras estarían vacías.
Tomo la decisión de ducharme por si la cosa se calma y le instruyo para que vaya anotando las contracciones que yo le dicte mientras tanto. Salgo de la ducha y tranquilamente me seco el pelo mientas seguimos marcando cada contracción en la aplicación. En este momento entre una y otra pasan de 7 a 11 minutos. Aún irregulares y con intensidad fluctuante: en la aplicación puntúo la mayoría como moderada, algunas sueltas como leves y otras intensas.
Bueno, en este momento llegó el momento de llamar a mis padres. Para mis adentros deseo que de verdad esté mi bebé ya en camino.
Viene mi padre a casa y se queda con Emma que está durmiendo desde el principio. Recogemos un par de cosas más de última hora y nos dirigimos al hospital.
Por el camino le indico a mi marido que se ha confundido de salida. «¡Que no!, ¡que no!» me contesta, para al poco reconocer: «¡Ah pues sí!». Genial… ¡¡y eso que el hospital es cliente de la empresa donde trabaja!!.
Nos metemos por un pueblo que no conocemos (elegí un cambio de hospital para parir en el que consideraba que era el más respetuoso en los partos) a las 3 y pico de la mañana. ¡¡Estupendo!!.
Más o menos hago de copiloto conforme recuerdo, de mi última visita allí, indicándole hacia dónde creo que nos tenemos que dirigir. Al poco empezamos a ver carteles señalizando el hospital. ¡¡Vamos por buen camino!!.
Entramos por urgencias, que está vacía, y en el mostrador, al decir que creo que estoy de parto me miran de arriba abajo, incrédulos por mi serenidad. Les echo rayos por los ojos mientras les digo, como si fuera una experta: «No es mi primera vez». Nos dicen que nos sentemos y que enseguida nos llamarán.
Si quieres saber cómo continúa aquí tienes la segunda parte de este relato, la tercera y el epílogo.
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