Por aquí continúo contándoos cómo fue el parto de BabyA. Puedes leer la primera en este enlace.
Una vez en el hospital nos sentamos en la sala de espera y a los cinco minutos más o menos viene un chico joven a por nosotros y nos acompaña a maternidad. De camino tengo que pararme cada poco por las contracciones. No por el dolor sino por lo dura que se pone la tripa, que me impide caminar al ritmo del chico y de mi marido.
Llegamos a maternidad y nos atiende un matrón. Sí, sí, el único matrón del hospital. Me dice que me suba al potro que me va a reconocer. Le contesto: «Ni se te ocurra hacerme nada raro». Me mira sonriendo y contesta: «No, mujer».
Me indica que tengo el cuello borrado y que estoy dilatada de 2,5 cm con la cabeza de mi bebé totalmente apoyada.
Entonces le pregunto: «¿Eso qué quiere decir?. ¿Me quedo o me voy a casa?». «Te quedas, te quedas», fue su respuesta.
«Ven y te pongo un ratito las correas para ver la dinámica de parto», me dice. Correas: dícese de aparato que te ponen conectado a la tripa y lee las contracciones, transcribiéndolas a un papel cual sismógrafo.
«Vale. Pero toma mi plan de parto. Ya lo tenéis en mi historia, pero por si acaso he traído una copia» le digo mientras le entrego un documento grapado de 6 hojas. No os imagináis la cara de asombro del matrón mientras lo cogía.
Tras un ratito, vuelve y me dice que las contracciones son muy irregulares. Se vuelve a marchar y al rato regresa con un zumo de naranja fresquito para ver si el asunto se anima (cosa que no entiendo), y alaba mi plan de parto. Dice que todos (no sé a quien se refiere) se han quedado alucinados. Y me pregunta si he tenido ayuda.
«Por supuesto. Una abogada experta en derecho sanitario, especialmente lo referido al parto y a los niños«. Hablo de Lorena Moncholí.
Mi matrón me dice que aunque no hay dinámica de parto, conforme estoy y siendo una segunda hija él cree que al final de la noche o por la mañana tendré a mi bebé en los brazos. ¡¡Yuju!!.
Le comento que yo quiero usar la casa de partos. Me dice que sí, pero que como aún estoy verde, cuando al menos haya dilatado 7 cm me llevan allí. De momento nos han asignado una habitación y viene un celador a acompañarnos.
Una vez dentro aparece una auxiliar que me ofrece una pelota de pilates y que a una pregunta mía responde que para paliar el dolor, si no voy a ponerme epidural, puedo usar algo que no recuerdo el nombre e imagino que será Entonox (que se conoce popularmente como el gas de la risa) o hidroterapia. Me parto de risa y le pregunto si hidroterapia se refiere a que me puedo dar una ducha. La auxiliar se ríe conmigo y me dice que sí.

Ahí toda yo glamourosa y en chanclas intentando sobrellevar las contracciones
Me siento en la pelota y la verdad es que no estoy nada cómoda. Las contracciones ya empiezan a picar un pelín más y no puedo estar sentada. Pruebo a ponerme de rodillas en el suelo y dejar mi cuerpo caer sobre la pelota. Así estoy mejor.
Mi marido mientras presiona con sus dedos ciertos puntos de acupuntura que supuestamente ayudan a disminuir el dolor y a dilatar. Están en las lumbares y en la planta de los pies.
Al rato empiezo a estar incómoda también en esta situación y me tumbo de costado en la cama.
«Buff», pienso, «voy a probar a echarme agua caliente en las lumbares a ver si así disminuyen las molestias». Así que me quito toda la ropa menos el sujetador, me calzo las chanclas y para allá que voy.
El baño de mi habitación (imagino que de todas las de ese hospital) es de esos que no tiene plato de ducha, sino que el agua cae en el propio suelo pero por la pendiente del mismo va al desagüe. Creo recordar que no tiene cortina, sino una mampara de una hoja al aire. Oye, qué bien me explico, ¿no?.
En fin, que al principio intento echarme yo el agua, pero acabo llamando a mi marido para que lo haga para yo apoyarme en la pared encorvándome un poco, pues era la posición en que más cómoda estaba. Y él mientras estaba allí plantado, con dos teléfonos: el móvil en una mano marcando las contracciones y el de la ducha enfocado hacia mis lumbares.
Lo de seguir controlando las contracciones era para avisar cuando fueran más regulares para que me pasaran a la casa de partos cuanto antes. Yo quería parir en la bañera sí o sí.
Tras estar un rato en la ducha moviendo la pelvis, «cantando» una especie de mantra vocálico cada vez que venía una contracción y viendo que el dolor iba in crescendo y habíamos llegado a la que posteriormente bauticé como la supercontracción, le digo a mi marido que no creo que aguante. Y que creo que el parto es inminente porque empiezo a notar presión en el culo (si has parido sabes de qué hablo).
Así que el churri llama al telefonillo del control. Se acerca a la habitación la auxiliar que me había ofrecido la pelota: «¿Qué pasa?».
– Yo: «Que la tengo ya aquí abajo (señalando el culo)».
– Auxiliar-vidente: «¡¡Pero qué dices si acabas de ingresar!!».
– Yo: «Tengo contracciones cada 5 minutos y duran un minuto más o menos».
– Auxiliar-vidente: «Uy, pues cuando tengas de esas durante unos 40 minutos me vuelves a llamar y te paso a la casa de partos«.
– Yo: «A ver, que no soy primeriza. Que estas ganas de cagar es lo que se siente antes de que salga el bebé«.
– Auxiliar-vidente: «¿Has roto la bolsa?»
– Yo niego con la cabeza.
– Auxiliar-vidente: «¿Ves?. Hala, en unos 40 minutos me vuelves a avisar y lo vemos».
Cierra la puerta y se pira. Mi cara en ese momento debió ser un poema. En fin, a ver si estoy equivocada…
Si quieres saber cómo termina aquí tienes la tercera parte y el epílogo.
Nota: Tiene narices que hasta para esto nos ninguneen.
3 Comentarios
[…] Parto de BabyA: Relato con guasa 2ª parte […]
Es increíble leerte y pensar vaya M….. Porque a mi también me ningunearon y eso de llamar y que te sigan ayy no hijas ahora es que te falta y mucho y terminar en quirofano con una cesárea de emergencia
[…] […]