El otoño es una estación que no suele gustar mucho. Demasiada lluvia, frío, viento… y creo que sobre todo es porque viene después del verano (y las vacaciones, claro).
A pesar de todo ello es mi estación favorita. Seguramente porque vivo en Valencia y aquí tampoco es que abunde el frío ni las lluvias en general. Aún así las pocas veces que nos visitan nubarrones cargados de agua hay a quien le gusta ver la lluvia caer desde casa o incluso, los más valientes y especialmente quien tiene hijos, se atreven a lanzarse a la aventura y dejarse empapar.
Por si estos motivos no fueran suficientes además me encantan los tonos amarillos, ocres y marrones que inundan todos los rincones. Por no hablar de saltar en charcos de agua, deporte favorito de mi hija mayor (benditas botas de agua) y al que alguna vez me he sumado.
El único problema que le veo yo al otoño es la ropa. Como los días son tan imprevisibles y puede hacer calor o venir una ola de frío, cada mañana me asomo al balcón a ver qué temperatura hay, aunque eso no me asegura que no haya cambios durante la jornada.
Es por esto que durante esta estación me gusta vestir a mi familia con ropa de la que se suele llamar «de entretiempo». Y eso ¿cómo lo traduzco yo?. Pues en prendas finas pero de manga larga que no den calor en los días buenos y protejan lo suficiente cuando el tiempo empieza a empeorar.
Lo primero que me he agenciado para este otoño es un conjunto coordinado para mis peques. Como bien sabéis cada vez más busco prendas 100% algodón, preferiblemente orgánico, producidas localmente o al menos en España, a ser posible por pequeños empresarios y no grandes multinacionales, porque de esta manera creo que aparte de favorecer el empleo, evitamos la explotación a que están sometidos algunos trabajadores, muchos de los cuales son menores de edad.
Sé que a veces es imposible controlar todo el proceso, como los tejidos con los que se fabrica la prenda, el lugar donde se tintan o a veces el origen de los carretes de hilo con el que se cosen, pero creo que, os traduzco lo que se dice en mi tierra (y no sé si existe también en el refranero español): toda piedra hace pared.
Pues además de marcas que ya conocía gracias a Mobaby que cumplen varias de mis premisas esta vez he optado por una nueva apuesta que hacen desde esta tienda online: Singerela, tras la que está una emprendedora española que realiza personalmente todas sus prendas.
Como ya os comenté hace algún tiempo me parece que Nati y yo pensamos muy similar en cuanto a la sostenibilidad de lo que consumimos, y por eso suelo acudir a ella cuando busco cosas que se salgan de lo que encuentras en cualquier centro comercial.
Las prendas están confeccionadas en algodón orgánico y eso se nota. No sé si habéis tenido la oportunidad de tocar alguna vez ropa confeccionada con este material. Os aseguro que es como yo digo «gustosa», es suave, mullida… La verdad no sé explicarlo muy bien con palabras, hay que experimentarlo.
Para Emma, como no podía ser de otra manera, elegí una falda con mucho «güelo» como pide ella siempre. En cambio para BabyA preferí unos pantaloncitos que le permitieran gatear sin dañarse las rodillas, pues está en esa fase que prefiere experimentar sobre el terreno a ir en brazos.
Creo que en esta foto sí se aprecia que el tono de la camiseta es rosa palo y tiene unas rayitas marrón clarito o color topo como lo llama mucha gente. Creo que le vamos a dar mucho uso, incluso cuando refresque un poco más poniéndole unos leotardos bajo la falda.
¿No os parece que van monísimas?.
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