Si tienes más de un hijo, seguro que al estar embarazada del segundo has escuchado montones de veces: «Es que dos no es el doble de faena, es mucho más». Y o bien has pensado que exageraban o te lo has creído resignándote a aguantar como pudieras el aumento de ojeras y el cansancio acumulado.
No voy a negar que para mí la bimaternidad es más del doble de faena, pero también es verdad que como ya tienes cierta experiencia y muchas veces el mayor quiere colaborar, no se hace tan cuesta arriba como se pinta.
De hecho, Maridín, muy filósofo él, siempre les dice lo mismo a los amigos que van a tener el segundo y nos preguntan preocupados cómo será: «tranquilos, vais a tener más faena y os tendréis que reorganizar, pero el cambio grande es el primer hijo, el que os convierte en papá y mamá».
Desde que soy bimami me he dado cuenta de lo que cambia el asunto y en tono de humor te cuento aquí bajo 10 cosas relativas a la crianza que hago distintas a cuando sólo había una churumbela por casa. Mi lista aquí abajo:
- El amor se multiplica. Aunque ésto ya me lo olía a pesar de escuchar a muchas mamis que al estar embarazadas del segundo pensaban que no lo iban a querer tanto como al primero. Yo no tenía duda de que a BabyA la iba a querer igual que a su hermanita.
La multiplicación viene también de ver cómo interactúan y se buscan. Es verlo y salirme cascadas de purpurina por los ojos. - El milagro de la ropa sucia: o cómo ésta también se multiplica hasta límites insospechados. No sé si os pasa pero a mí me da la sensación de que no tengo el doble de ropa de niño para lavar, sino mucha más.
También es cierto que cuando se tiene un bebé en casa las regurgitaciones y escapes de pañal hasta la coronilla están a la orden del día por lo que la colada crece exponencialmente.
Con los años no mejora. - Donde comen 2 no comen 3. Bueno, que obviamente el número de raciones ha aumentado y con ello la compra. Si juntas eso a que tengo en casa dos tragaldabas no os miento si os digo que compro a la semana mínimo 2 kg de manzana, 2 de plátanos y 2 de otra fruta variada según la temporada: fresas, mandarinas, melocotones…
Una ruina, vaya. Aunque la pago con gusto. - El jaleo y jarana se multiplica por 10, tanto para lo bueno como para lo malo. Discutir entre hermanos es normal, pero escucharlas llorar de risa y que a ti se te caiga la baba es besar el cielo.
- Las pelusas del suelo y el polvo (sí, mi casa no es Pinterest) también se multiplican como los Gremlins pero sin necesidad de mojarlas. No sé cómo nos las ingeniamos pero aunque me pase el día con la escoba metida en el…brazo siempre saco toneladas de porquería.
- El momento cambio de armario invierno-verano y viceversa (bueno, cualquier estación) es ¡¡¡¡¡la muerte!!!!. El rollo de comprobar si lo que el año pasado le estaba le sigue valiendo y estar probando ropa a una niña que no tiene mucho interés ya echa para atrás. Si además tienes el handicap de que tienes hijos del mismo sexo te toca hacer el «traspaso» oficial de ropa del mayor al pequeño. Y claro no todos los hijos nacen el mismo mes ni son del mismo tamaño. Así que vuelve a clasificar, reclasificar, meter en cajas lo del mayor para el pequeño, reetiquetar las cajas… ¡Ojú que cansancio sólo de pensarlo!.
- Salir solos en pareja es muuuuuucho más complicado. Nosotros no somos muy de hacerlo porque lo que más nos gusta es estar todos juntos, pero reconozco que empaquetar una con abuelos es mucho más factible que dejarles a dos. Especialmente cuando ambas son pequeñas o hay un bebé en la ecuación.
- De todos es sabido que las comparaciones son odiosas. Ya de lleno en la bimaternidad era lo que peor llevaba.
Donde antes había un piropo o cumplido a tu, por entonces, único hijo, ahora hay veces que provoca incomodidad, celos y mal rollo. Al menos a mí un montón.
Y me estoy refiriendo a cuando alguien le hace una carantoña o le suelta un: «guapa» a una de las dos (que suele ser la pequeña, porque los bebés son más graciosos) y no dice ni mú a la mayor o le arrea un: «tú también, claro» con cara de circunstancias tras ver mi reacción.
No hay cosa que me dé más rabia. Si sólo quieres soltarle un cumplido a una de mis hijas: cállate. Así de claro. - Mis tareas detectivescas y mi detector de mentiras han subido de nivel para convertirme en Máster de «quienhasidismo». Si eres mami de más de uno está claro que vas a tener que mediar en muchas discusiones y querrás saber el origen o el desarrollo de la historia para saber por dónde tirar y no limitarte a un «eso no se hace». No queda otra que armarse de paciencia y aprender los gestos que delatan la culpabilidad de nuestros peques.
- El silencio es un arma de doble filo. Por un lado aprendes a apreciarlo más aún que cuando sólo tienes un churumbel pero por otro lado te da un miedo atroz si se produce cuando están jugando. La que arman cuando están en silencio. Algo traman o algo han liado.
Se juntan la altura de la mayor que llega a más sitios con las ganas de experimentar de la pequeña. Mezcla explosiva. En mi caso además Emma no ve los peligros de determinadas cosas que coge para jugar ella y luego deja al alcance de la hermana. Rayajos en muebles, mascarilla del pelo untada a diestro y siniestro o aceite de oliva (virgen extra, para dar más señas) repartido por media cocina son algunos de los resultados de un rato de silencio prolongado.
Imagino que esta lista no termina aquí y aún tengo mucho que aprender. ¿Te sientes identificada o tus aprendizajes han sido bastante diferentes?. ¿Me los cuentas?.
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