Sabéis que me encantan los DIY con niños, pero al de hoy le tengo especial cariño porque nos ha servido para darle la vuelta a una desilusión de mi peque.
Como ya os conté hace algún tiempo en Facebook, la pobre Emma se llevó un día un chafón tremendo con un regalo que le había hecho su tía. Pasando por un bazar multiprecio (los antiguos todo a 100), le pidió que le comprara este castillo de la derecha que le había gustado.
Cuando lo abrió en casa le dio la vuelta y con cara decepcionada me preguntó: «¿No hay nada más detrás…?». La pobre pensaba que era un castillo entero.
Lo primero que se me ocurrió fue «completar el castillo». Para ello cogimos una caja de zapatos, le hice un corte del tamaño de la puerta en uno de los laterales cortos y dos ventanas en los lados largos.
Para darle un aspecto más «señorial» se me ocurrió forrar la casa con ladrillos de corcho blanco aprovechando unas planchas de porexpán que tenía guardadas en casa precisamente para hacer manualidades y que así pareciera un muro. Lo único que hice fue cortar el corcho blanco en piezas pequeñas más o menos iguales con la ayuda de un hilo caliente. Obvia decir que esto lo hizo servidora, para que fueran similares.
Si en casa no tenéis hilo caliente lo podéis hacer con un cutter bien afilado.
Lo siguiente fue forrar el castillo con los ladrillos usando cola blanca como adhesivo… y aquí ya participó mi peque sorprendiéndome por lo recto que pegó Emma las filas de piececitas blancas, como podéis ver en la foto inferior.
Simplemente se limitó a seguir la línea de cola que le dibujé primero y ella fue pegando los ladrillos con sumo cuidado.
Para la segunda fila lo que le indiqué fue que empezara usando uno cortado por la mitad, como se hace en las paredes reales, vamos.
Fue un trabajo cuidadoso y divertido porque sobre la cola blanca los ladrillos patinan un poco. Cuando el efecto deslizante se le iba de las manos Emma pedía ayuda porque se ponía nerviosa de que se le movieran muchos de los que había colocado antes.
Aquello ya parecía un castillo o al menos una casa rústica, ¿verdad?.
Pero Emma decía que el castillo de sus princesas debía ser rosa, cómo no, así que lo pintó utilizando estas témperas de La Pajarita que ya usamos con tan buen resultado al hacer nuestro memory con conchas.
Con la caja ya forrada de ladrillos pintados Emma decidió pintar su interior también, por si no era suficientemente rosa la cosa.
Por último pegamos la famosa fachada del castillo con celo a la caja.
¡¡Ah no!! Olvidaba una cosa. Poner en su interior y aledaños las muñecas a gusto de la flamante propietaria de tan ilustre construcción: pinypon, clicks o muñecos de goma como los de la imagen.
¡Bienvenidos al baile de otoño!
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