Otoño y comienzo de clases: dos de los ingredientes perfectos para los virus. ¿Y cuál es el virus por excelencia en esta época? Según la pediatra de Emma el estomacal.
Y disfrutando de tan grata compañía he pasado las últimas horas.
La suerte es que Emma, que cumple 4 añitos en noviembre, ya entiende casi todo y hace que la enfermedad sea más llevadera para ambas.
Cuando una gran parte de sus compis de clase fueron cayendo las semanas anteriores imaginaba que tarde o temprano sería el turno de villa 2eloa, así que no me extrañó cuando mi peque empezó con dolor de tripa.
Como además no es la primera vez que por aquí nos enfrentamos a uno de estos virus os voy a dar los consejos que en casa nos funcionan y que por experiencia nos van mejor.
¡¡Aviso!! Si eres de estómago delicado o muy escrupuloso piénsate bien si quieres seguir por aquí. No soy de lo más explícito pero tampoco me corto.
Lo primero, y creo que más importante es explicarle a tu hijo qué le pasa o qué le puede pasar. Normalizar el asunto, contarle que todos hemos pasado por ahí y que es lógico que se encuentre mal y con molestias.
Nosotros además desde siempre hemos intentado explicarle a Emma qué se siente antes de vomitar. Mi explicación ha sido que se nota la tripa revuelta y que se llena la boca de babas como preparando lo que viene después. (¿Lo vivís vosotros así también?). Si aprenden a reconocer las señales es más fácil que pueda avisarnos o dirigir su vómito hacia uno u otro lado.
La palangana se convierte, literalmente, en la amiga de mi hija. De hecho la hemos bautizado como Pascuala, y la sigue por las camas, y si es preciso a la cocina o al cuarto de baño. Como os comentaba ahora que Emma ha madurado un poquito más entiende y a veces consigue acertar en «Pascuala» para evitar el efecto aspersor de su contenido estomacal.
Las noches merecen mención aparte. Como colechamos también con la peque, nuestras camas tienen protectores de colchón impermeables, que vienen de perlas cuando andamos de madrugada entonando la famosa canción de Ricky Martin: «Por arriba, por abajo, calentito, bien pegados…». Así que el cambio de sábanas es menos tedioso al no tener que limpiar el colchón.
Además en cuanto nos olemos como va a ir la cosa, o tras el primer vómito, dejamos a mano un juego de sábanas limpio para hacer todo más rápido.
Eliminar bien cualquier resto del dormitorio. El olor del vómito da más ganas de vomitar y al final puede convertirse en un círculo vicioso… aunque tampoco es plan de pasarse y conseguir angustia por el olor a amoniaco u otra sustancia limpiadora. Lo mejor es buscar un olor neutro.
Una vez hecho todo esto, y teniendo al peque acomodado de nuevo en la cama retirar, como mínimo, los restos más gordos de la ropa de cama y pijamas al cambiaros de ropa. Si no queréis poner una lavadora a continuación, al menos dejarla a remojo para evitar tenerlo todo reseco a la mañana siguiente y que cueste más quitarlo, por no hablar del asquito que da. Si las sábanas son blancas a mí me gusta ponerlas a 40º y con Perborato.
Otra cosa que hacemos es cepillar los dientes de la peque después de vomitar. Tampoco es plan de ponerse a frotar como si no hubiera mañana y desgastarle el esmalte, pero hacerlo con cabeza sí, aunque sea algunas veces sólo con agua si le provoca náuseas la pasta de dientes. Nos servirá para proteger el esmalte de los ácidos del estómago y también aliviar la sensación tan desagradable que se queda en la boca después de vomitar.
Sobre pautas de tolerancia de líquidos, sólidos etc mejor si cada uno consulta con su pediatra que es quien está formado en estos menesteres. Aunque tengo comprobado que mejor no dar nada por lo menos hasta media hora después de la última arcada. E ir probando poco a poco, por ejemplo a sorbitos.
Y hasta aquí mis consejillos que espero de verdad de la buena, que por vuestro bien, o más bien el de vuestros hijos, no necesitéis nunca.
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